La Procuraduría de México ha dado el carpetazo al caso de Digna Ochoa, una defensora de derechos humanos que fué asesinada en octubre 2001. Su cuerpo fué encontrado con dos disparos: uno en la pierna y uno en la cabeza.
El veredicto al que llegó y que hoy ratifica la Procuraduría es que ella tenía tendencias suicidas y no se trató de un homicidio sino de un suicidio.
No se halló pólvora en sus manos y el disparo de la cabeza entró desde atrás hacia adelante y por el lado izquierdo. No sabía que Ochoa fuera contorsionista.
De nada sirvió que organizaciones internacionales como Human Rights Watch pidieran una investigación seria y verídica. Sólo en México pasan estas cosas.
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